jueves, 25 de enero de 2007

Tema 4. La División Internacional del Trabajo


Tipología de las economías exportadoras de materias primas

Durante la primera mitad del siglo XIX, la revolución industrial se presentó como un fenómeno esencialmente ingles.

Los economistas que presenciaron esas transformaciones y las interpretaron desde el punto de vista de Inglaterra, comprendieron luego que el interés de ese país era transformarse en una fabrica y abrir las puertas a los productos primarios provenientes de todo el mundo.

En las economías basadas en la actividad agrícola y cuyo avance tecnológico era muy lento, prevalecía que las proporciones de los factores de producción no podían ser modificadas arbitrariamente. A partir de cierto punto, el rendimiento por unidad del suelo tendía a decrecer por mucho que se aumentara el volumen de mano de obra empleada. Sin embargo, la actividad industrial permitiría romper esa barrera. Con ella el propio crecimiento, al crear la posibilidad de profundizar la división del trabajo y de utilizar maquinas y en mayores cantidades, se transformaba en fuente de aumento de productividad, lo que implicaba rendimientos crecientes. Una vez constituido el núcleo industrial en Inglaterra y consolidada una posición de avance en relación a los demás países, no sería fácil demostrar, en el marco del teorema de las ventajas comparativas establecido en términos estáticos, que para los otros países también era provechoso adquirir en Inglaterra los productos industriales pagándolos con materias
primas.


Durante la primera mitad del siglo, la agricultura inglesa continuó gozando de protección eficaz a través del mecanismo de la tarifa móvil, que le permitía elevar la barrera aduanera, cada vez que los precios internacionales descendían por debajo de cierto nivel crítico. Sin embargo la resistencia tuvo que ir cediendo frente al poder creciente de la burguesía industrial y, entre 1846 y 1849, Inglaterra eliminó las barreras al comercio exterior, sin esperar reciprocidad de los demás países.

La victoria total de las ideas librecambistas señala en alguna forma el final de la primera fase de la revolución industrial, durante la cual se creo y se consolido en Inglaterra el núcleo propulsor que llevaría, en la segunda mitad del siglo, a la formación de un sistema de división internacional del trabajo de ámbito mundial.

De importancia decisiva en la transición de la primera a la segunda etapa de la revolución industrial, fue la penetración de la tecnología desarrollada en relación a la industria manufacturera en los medios de transporte. Las líneas de ferrocarril hicieron posible la rápida integración de los mercados internos en los países europeos y la mecanización de los transportes marítimos modificó profundamente las condiciones del comercio internacional. La invención de la hélice ocurrió alrededor de 1840, y durante el decenio siguiente se introdujo el casco de hierro en los navíos, lo que permitió reducir la resistencia del agua y aumentar las dimensiones de los barcos. A partir de entonces, el tonelaje de la marina mercante mundial aumentará con rapidez: de 6.7 millones en 1840, pasó a 12.8 millones en 1860 y alcanzo a 43 millones en 1913. La subsecuente baja de los precios de las materias primas, especialmente los de algodón, vino a reforzar la posición competitiva de Inglaterra. Ese país pudo beneficiarse plenamente con el descenso de los precios de las materias primas resultante de la reducción de las tarifas marítimas. Cabe recordar que, en los primeros decenios de la segunda mitad del siglo XIX, las dos terceras partes de las manufacturas que circulaban en el mercado internacional eran de origen ingles.


Las actividades económicas de una parte creciente de la humanidad pasaron a comportarse como elementos interdependientes de un conjunto articulado. Tal sistema presenta algunas características:

En la primera, está la elevación de la tasa de crecimiento económico de muchos de los países que lo integran. Es este un fenómeno de amplias proyecciones históricas, pues, hasta entonces, las tasas de crecimiento habían sido irregulares y, cuando fueron ascendentes a largo plazo, eran lo suficientemente débiles para que, en el transcurso de una generación, las modificaciones de las condiciones de vida careciesen de real significado. Era natural que se admitiese, como lo hacían los mercantilistas, que el enriquecimiento ocasional de una comunidad tenía como contrapartida necesaria el empobrecimiento de otra. A partir de la revolución industrial, la aceleración del ritmo de crecimiento de la producción de bienes y servicios crearía la posibilidad de duplicar, en el lapso de una generación, el poder de compra de la comunidad.

La segunda consistió en la dinamización del cuadro geográfico. La tasa de crecimiento de la población se elevó gracias a la urbanización, a la mayor eficacia de los servicios públicos y al aumento de los salarios reales. Pronto, gracias a los notables progresos en la aplicación de las medidas de salud pública, se prolongaron de manera considerable las expectativas de vida.

La tercera es la formación y rápida expansión de un fondo de conocimientos técnicos transmisibles, relacionados con las formas de producción. En la época preindustrial, las técnicas de producción habían sido el resultado de una lenta acumulación de conocimientos empíricos cuya transmisión se hacían por regla general de generación en generación, a través del aprendizaje en el trabajo. La actividad productiva nacía de ella misma, así como una generación nace de la anterior. Al crear una industria de equipos de transporte, Inglaterra puso en marcha un proceso de modificación de los medios de transporte en todo el mundo. Más aun al proporcionársele a esa industria medios de financiamiento adecuados se creo un mecanismo de exportación de capitales que sería factor decisivo en La estructuración del sistema económico mundial pues provocaría el surgimiento de nuevas formas de hegemonía fuera de los marcos tradicionales de las implantaciones coloniales.

Como consecuencia de la acción conjugada de esos factores, durante todo el siglo a que nos referimos la economía mundial creció, es decir, al mismo tiempo que se intensificaba la división internacional del trabajo. El comercio mundial se expandió con rapidez: su taza de crecimiento fue muy superior a la del producto interno de las propias naciones que encabezaron el proceso de transformación de la economía mundial. En efecto, el valor del comercio mundial, que no superaba los 1 500 millones de dólares en los años veinte de los siglos pasados, alcanzo los 3 500 millones en el decenio de los cuarenta y a 40 000 millones en la víspera del primer conflicto mundial. El coeficiente de comercio exterior de Gran Bretaña, que en 1805-1819 era de 8.5 por ciento, en 1910-1913 alcanzaría a 29.4 por ciento.

De igual manera ese coeficiente se elevo en los países europeos que durante esa época se iniciaron en el proceso de industrialización. Idéntico fenómeno se observo en los países exportadores de productos primarios, por ejemplo, en los cuales el desarrollo de las exportaciones se hizo a expensas de las actividades económicas de subsistencia. Esto no se observo en los países cuyo desarrollo constituyó una prolongación de la frontera económica europea como Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. El desarrollo de estos países cuando tomo la forma de incorporación de nuevos territorios, constituyó una ampliación del espacio económico europeo, cuya base de recursos naturales, inclusive suelos agrícolas, estaba siendo enriquecida. De esta forma la producción agrícola inglesa se redujo y los precios de los productos agrícolas pudieron descender al mismo tiempo gracias a la incorporación de las tierras de América y en Oceanía. La economía de estas nuevas áreas ya surgía especializada, esto es, con un elevado coeficiente de comercio exterior y también con altos niveles de productividad e ingreso, sin lo cual no habrían tenido condiciones para atraer las poblaciones europeas de cuya mano de obra dependían. Estas áreas nacían a la vida económica con un mercado de productos industriales relativamente importante y con mano de obra apta para la actividad industrial, lo que explica su precoz industrialización.


TIPOLOGÍA DE LAS ECONOMÍAS EXPORTADORAS DE MATERIAS PRIMAS

La inserción de los países latinoamericanos en las nuevas líneas en expansión del comercio internacional tomo impulso a partir de los años cuarenta del siglo pasado. Este proceso de inserción se configuran tres tipos de economía exportadora de productor primarios:
a) Economía exportadora de productos primarios;
b) Economía exportadora de productos agrícolas de clima templado;
c) Economía exportadora de productos agrícolas tropicales.
d) Economía exportadora de productos minerales.

En cada una de ellas el comercio exterior contribuyo a configurar una estructura económica particular, cuyas características deben ser tenidas en cuenta en el estudio de su evolución posterior.

El primer tipo corresponde a la Argentina y al Uruguay. La producción agrícola exportable se baso, en el uso extensivo de la tierra y se destino a competir con la propia producción interna de los países en rápida industrialización. El uso extensivo de las tierras de buena calidad permite, desde el comienzo alcanzar elevados índices de rentabilidad. Por otro lado, el propio carácter extensivo de esa agricultura y el considerable volumen de carga que ella genera, exigen la estructuración de un sistema de transporte, lo que tendría como consecuencia indirecta la rápida unificación del mercado interno en torno a los grandes puertos de exportación. Tanto la agricultura de grandes espacios como el transporte, el ensilaje y el embarque en gran escala de cereales son técnicas que tuvieron su origen en Estados Unidos.


El segundo tipo correspondiente a los países exportadores de productos agrícolas tropicales, congrega a más de la mitad de la población latinoamericana. En el se incluyen Brasil, Colombia, Ecuador, América Central y el Caribe, además de amplias regiones de México y de Venezuela. La inserción de estos países en el comercio internacional se realiza en competencia con áreas coloniales y con la región esclavista de Estados Unidos.

El azúcar y el tabaco conservarán sus características de productos coloniales hasta fines del siglo XIX. Fue rápida la expansión de la demanda del café y cacao, a partir de mediados del siglo pasado, la que permitió a los productos tropicales desempeñar un papel dinámico en la integración de la economía latinoamericana en el comercio internacional. La influencia directa de las modificaciones estructurales ocurridas en la economía inglesa es mucho menor, pues el mercado ingles continuo siendo profusamente abastecido por las regiones coloniales de mano de obra abundante y bajos salarios. Correspondió a Estados Unidos, el papel de centro dinámico. Los productos tropicales permitieron poblar importantes áreas, en general tuvieron escasa significación como factor de desarrollo. Por otro lado, sus precios permanecieron bajo la influencia de los reducidos salarios de las regiones coloniales que los producían. Finalmente al producirse en regiones incapaces de crear nuevas técnicas, los productos tropicales tenderán a permanecer en el marco de las economías tradicionales. Las características físicas y químicas de los suelos propiciaron la plantación extensiva del café. La productividad relativamente alta de la mano de obra, la magnitud del área plantada y la utilización de inmigrantes europeos que exigían salario monetario.

El tercer tipo de economía, correspondiente a los productos minerales, incluyó a México, Chile, el Perú y Bolivia. Venezuela como exportador de petróleo, se integro al grupo en el tercer decenio de este siglo. El descenso de las tarifas de transporte a larga distancia y la gran expansión de las industrias mecánicas, al crear un mercado internacional de metales industriales, provocaron una radical transformación en la minería latinoamericana. Por un lado, los metales preciosos, la plata en particular, perdieron rápidamente significación y, por otro, la producción de tipo artesanal o semiartesanal fue progresivamente sustituida por la producción en grandes unidades controladas por capitales extranjeros y administradas desde el exterior. El control extranjero de una alta actividad altamente capitalista y que utiliza poca mano de obra, significo desvincular el sistema económico interno la parte principal del flujo de ingreso Originado en esa actividad. En tales condiciones, su valor como factor de transformación directa de las estructuras internas se reduce a casi nada. Además, como la infraestructura creada para servir a las industrias minerales de exportación es, en general, altamente especializada, las economías externas que resultan de la misma son escasas o nulas para el conjunto del sistema económico.

Finalmente al abastecerse de productos especializados obtenidos fuera del país y al producir un reducido flujo de salarios, este tipo de actividad en ninguna parte contribuyó en forma significativa a la creación de un mercado interno. Sus potencialidades como factor dinámico se dieron a conocer cuando el Estado se interpuso para obligar a esas empresas a adquirir dentro del país parte de sus insumos, y para captar, bajo la forma de impuestos una parte significativa de flujo de ingresos que Tradicionalmente eran remitidos al exterior.

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